Al hablar de roces en garajes, la
primera imagen que se nos viene a todos a la cabeza es la de la columna
amenazante, que permanece en silencio, al acecho, esperando que un coche
desprevenido se acerque lo suficiente como para poder rasparle la carrocería a
gusto. Pero, curiosamente, muchos de los roces que sufrimos al maniobrar dentro
de los garajes no son producidos por impactos contra columnas, sino contra las
paredes de rampas y accesos. ¿Por qué?
En los tramos de rampas, el coche
va a una mayor velocidad y, debido a la propia inclinación de la rampa, el
control del vehículo es más complicado. Si además nos enfrentamos a rampas con
giros y curvas la cosa puede llegar a ponerse muy peliaguda. Puede que la
visibilidad del tramo no sea muy buena o incluso que la propia morfología del
trazado de la rampa sea engañosa, confundiendo nuestra percepción espacial y
causando que realicemos cálculos erróneos de las distancias. En muchos garajes,
el rastro de los roces queda marcado en las paredes formando una señal
inconfundible que delata la urgente necesidad de protección.
Foto cedida por Proyect6 |
A la hora de elegir un producto
de protección para estos tramos de riesgo, en rampas y accesos, es muy
importante tener en cuenta dos aspectos fundamentales:
Una elección equivocada del
producto de protección puede hacer que en el primer roce, por sutil que pueda
llegar a ser, la defensa del coche rompa o desgarre el material. Por todo ello,
la clave de una buena protección de rampas es que no sólo sea efectiva, sino
también duradera y resistente a los posibles impactos violentos de las defensas
de los coches.